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Microplásticos del Ártico: ¿un problema para la salud?

24 de abril de 2018

Los microplásticos almacenados en el hielo del Ártico serán liberados al medioambiente cuando la capa de hielo se derrita. La contaminación plástica podría tener graves consecuencias para la vida marina y la humana.

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Polarstern-Expidition ARK XXVII-3 in die zentrale Arktis
Imagen: Alfred-Wegener-Institut/Stefan Hendricks

Investigadores del Centro Helmholtz para la Investigación Marina y Polar, perteneciente al Instituto Alfred Wegener, (AWI por sus siglas en alemán), con sede en Bremen, han descubierto una cantidad mayor de microplásticos en el hielo del Mar Ártico de lo que nunca se había encontrado en los extremos polares del planeta. Las muestras procedentes del Océano Ártico contenían hasta 12.000 partículas microplásticas por litro de hielo marino. Esa es una cantidad excesiva para un agua situada en una de las regiones más remotas del mundo. Pero ¿de dónde procede? Un posible origen podría rastrearse en uno de los puntos de acumulación de basura del Océano Pacífico, conocida como la "isla de basura", pero, por otro lado, las partículas de pintura y nylon apuntan hacia las actividades de pesca intensiva que tienen lugar en ciertos lugares del Océano Ártico.

Microplásticos también en el agua de botella

 Planeta plástico

Un estudio de 2014 ya demostró la existencia de microplásticos en el Ártico, pero esta vez es la primera vez que se han utilizado imágenes con infrarrojos para analizar áreas enteras de hielo. Ello ha permitido a los investigadores del AWI encontrar una concentración de diminutas partículas plásticas mayor de lo que en un principio pensaban.

Ya en la década de los 70 se encontraron pruebas de la existencia de microplásticos en los océanos del mundo. A mediados de la primera década del siglo XXI se ha producido una "explosión” de las investigaciones sobre el impacto de los microplásticos. Así lo asegura Chelsea Rochman, profesora asistente  del departamento de Biología de la Universidad de Toronto. Rochman es una de los investigadoras que han estudiado los efectos de los "residuos antropogénicos” sobre cientos de especies de la vida salvaje y la manera en que los plásticos han elevado los niveles de toxicidad de los alimentos que proceden del mar.

Una mirada a la vida sin plástico

Tras su más reciente investigación, sus preocupaciones arrecian: "Es posible que al derretirse el hielo con el cambio climático se liberen grandes cantidades de microplásticos en el medioambiente”, dice Rochman a DW. "A menudo pensamos en las emisiones de metano y en el derretimiento del hielo, pero ahora también hemos de tener en cuenta los microplásticos”, prosigue Rochman. "Parecía que el hielo marino iba a ser su depósito final, pero el derretimiento del hielo está alterando ese destino”.

Del hielo marino a la mesa

"El hielo no solo atrapa los microplásticos, sino que también los transporta”, dice a DW la bióloga Ilka Peeken, coautora de la investigación. "Cuando los bloques de hielo se desplazan hacia partes más cálidas del Atlántico, por ejemplo, dejan un rastro microplástico que se adhiere a las algas y termina en los sedimentos del suelo marino. Lo más preocupante es que gran parte es absorbida por la cadena alimentaria.”

Los microplásticos son tóxicos por sí mismos, pero un problema añadido es su habilidad para absorber peligrosos químicos del agua y el ambiente que los rodea. "Nos dimos cuenta de que más de la mitad de las partículas microplásticas atrapadas en el hielo eran veinte veces menores de un milímetro, lo que significa que pueden ser fácilmente ingeridas por los microorganismos del Ártico”, dice Peeken.

Mikroplastik Fisch
Algunas criaturas pueden ingerir residuos plásticos sin padecer consecuencia alguna. Otros, como los moluscos, sufren inflamaciones. Imagen: Reuters/B. Yip

Los científicos todavía no están seguros de qué efectos puede tener la ingesta de microplásticos por parte de esos organismos y su posterior transporte hasta la cadena alimentaria. Mientras que algunas criaturas pueden ingerir residuos plásticos sin padecer consecuencia alguna, los moluscos, como, por ejemplo, los mejillones, sufren inflamaciones. Esto podría tener un potencial tóxico para los humanos. "Podría haber implicaciones para la salud humana”, confirma Peeken.

Una investigación llevada a cabo en 2017 por Sky Ocean Rescue argumentaba que "los consumidores de pescado absorben diminutas partículas de plástico en su torrente sanguíneo, con efectos desconocidos para su salud”.  Los científicos creen que más del 99 por ciento de los microplásticos son eliminados por el cuerpo humano, pero el 1 por ciento restante permanece en el tejido corporal y podría elevar los niveles de toxicidad a lo largo del tiempo.

Procedentes de diversos puntos

La investigación llevada a cabo por el AWI reunió ejemplos de hielo marino a lo largo de tres expediciones al Océano Ártico durante la primavera de 2014 y el verano de 2015. El equipo se dio cuenta de que había una gran variabilidad en la densidad y en la composición de las muestras, lo que apunta a que las partículas procedían de lugares distintos.

El plástico es comida chatarra para los corales

Los témpanos situados entre el Estrecho de Bering y el Océano Ártico contenían altas concentraciones de partículas de polietileno, que son las habituales en los envases, por lo que su origen probable es la llamada "isla de basura” del Pacífico. "Esos hallazgos sugieren que la expansión de las actividades naviera y pesquera en el Ártico está dejando su huella”, explica Peeken.

Además de materiales típicos de los envases como el polietileno y el polipropileno, los investigadores encontraron un total de 17 tipos diferentes de plásticos  en el hielo marino, incluyendo el poliéster y el acetato de celulosa, que se utiliza sobre todo en la fabricación de filtros de cigarrillos. Aunque la investigación de los microplásticos en el hielo marino aún se encuentra en una fase temprana, las implicaciones de este estudio son significativas. "Todavía tenemos que aprender mucho sobre los efectos de los microplásticos”, dice Chelsea Rochman, "pero hay motivos para la preocupación, especialmente en un ecosistema tan remoto y vulnerable”, concluye la bióloga. 

Autor: Stuart Braun (MS/VT)

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