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Todo hace presagiar un vigoroso rearme

26 de octubre de 2018

Estados Unidos no puede ser la única instancia culpada por la previsible anulación del Tratado de Reducción de Misiles Nucleares de Medio Alcance (INF), sostiene Andreas Ross, del diario Frankfurter Allgemeine Zeitung.

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Sowjetunion 1988 US-Präsident Ronald Reagan & Präsident Michail Gorbatschow
Imagen: picture-alliance/dpa/AFP

Era de esperarse que Donald Trump diera  pie a una guerra de declaraciones cuando anunció su intención de retirar a Estados Unidos del Tratado de Reducción de Misiles Nucleares de Medio Alcance (INF, sus siglas en inglés); Washington y Moscú han terminado por acusarse mutuamente de haber roto el pacto en cuestión. Pero esos dimes y diretes distraen la atención de un detalle que ambas potencias atómicas tienen en común: su rivalidad con China. En 1987, cuando Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov firmaron el convenio con miras a destruir todos los misiles terrestres de corto y mediano alcance, y prohibir su producción, el arsenal chino era prácticamente insignificante. Eso dejó de ser así hace mucho tiempo.

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Andreas Ross, del diario Frankfurter Allgemeine Zeitung, comentarista invitado de DW.Imagen: FAZ/Wolfgang Eilmes

Los misiles chinos incomodan a los rusos y a los estadounidenses

En la década de los noventa, Pekín se afanó nuevamente en oponerle resistencia a la hegemonía militar de Estados Unidos en el Pacífico. Para conseguirlo apeló, ante todo, a misiles lanzados desde tierra, aprovechando que era precisamente ese tipo de armamento el que tanto Estados Unidos como Rusia se habían comprometido a no poseer ni fabricar. Los estrategas militares al servicio de la Casa Blanca y el Kremlin se vienen quejando de esa situación desde hace más de diez años: los rusos en Washington han sugerido enterrar el tratado INF debido a las ambiciones armamentistas de China.

Pekín se esmera en describir la actual querella en torno al INF como una malcriadez ruso-estadounidense, como una pelea irresponsable, desde el punto de vista de la política mundial, en la que China no tiene nada que ver. Pero Trump ha dejado claro que un nuevo pacto para evitar un aceleramiento de la carrera armamentista no se puede sellar sin China.

Su argumento es cualquier cosa menos falso. No obstante, Pekín nunca aceptaría una "opción cero” como la que acordaron Washington y Moscú hace más de treinta años, cuando el orden mundial era bipolar. Y es que mientras Estados Unidos y Rusia se concentraron siempre en armarse hasta los dientes en el mar y en el aire, China se había limitado, hasta hace poco, en apertrecharse con misiles lanzados desde tierra. Eso significa que se deben tomar muchos más factores en cuenta para poder invocar el espíritu del INF en el mundo multipolar de hoy.

¿Un tratado multilateral con Donald Trump?

Aún si no estuviera de por medio la disputa comercial bilateral que los chinos perciben como un ataque estadounidense a su estatus mundial y que dificulta negociaciones constructivas, costaría imaginar a Donald Trump propiciando un nuevo régimen multilateral de armamento con las dimensiones del precedente. El ámbito de Trump es el de la destrucción. En ese sentido, los rusos le fueron de gran ayuda al construir en secreto un misil de crucero prohibido. Los rusos son al menos tan responsables como los estadounidenses por el inminente fin del régimen INF. Ahora, todos los indicios apuntan a un vigoroso rearme de los estadounidenses, los rusos… y los chinos.

Andreas Ross (ERC/ERS)

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