Trump: ¿un discurso sin lugar para exabruptos retóricos?
30 de enero de 2018En una clasificación de discursos presidenciales basada en su formalidad, su tono aburrido y su falta de adornos retóricos, el discurso sobre el estado de la Unión termina liderando la lista. Esto se debe a que, por lo general, se trata de una extensa enumeración de los puntos de la agenda legislativa de la administración para el próximo año, intercalada con pausas para los aplausos de los miembros del Congreso.
Un discurso sobre el Estado de la Unión es exitoso cuando no solo atrae el aplauso del partido del presidente, sino cuando logra presentar un plan legislativo concreto que pueda convencer a una mayoría de los estadounidenses. Y aquí es donde las cosas se complican para el presidente estadounidense, Donald Trump.
Trump es reacio al discurso formal. Ridiculizó a su predecesor, Barak Obama, y a su oponente demócrata de 2016, Hillary Clinton, por usar un teleprompter. Además le encantan los mítines políticos y Twitter, donde puede improvisar, insultar a otros políticos y, en general, hablar sobre lo que sea que pase por su mente en ese momento.
La agenda política de Trump con frecuencia es inespecífica, tiende a cambiar y, por lo tanto, es difícil de traducir en objetivos legislativos tangibles que puedan ser aprobados por un Congreso incluso controlado por los republicanos. No en vano, el reciente recorte de impuestos fue el único logro legislativo importante en el primer año de Trump en el cargo.
Y Trump es, según los sondeos de opinión, no solo un presidente muy impopular, lo que es inusual a principios de un mandato, sino -posiblemente aún más importante- un presidente profundamente polarizador.
Una buena oportunidad
Con una imagen pública que parece estar grabada en piedra tanto para sus seguidores como para sus oponentes, ¿estaría Trump de todos modos interesado en tratar de ampliar su estrecha base y construir una alianza más amplia para lograr algunos de sus objetivos legislativos?
Mary Kate Cary, ex redactora de discursos del presidente George Bush y ahora investigadora en el Miller Center de la Universidad de Virginia, lo ve así: "Creo que esta es una nueva oportunidad". Considera que sus declaraciones en el Foro Económico Mundial en Davos fueron una señal positiva porque no se separó del guión. "Me gusta pensar que esté mejorando un poco a medida que envejece en el cargo", dice, y añade que hay una gran diferencia entre "lo que llamo el Trump del teleprompter y el Trump de Twitter".
Sarada Peri, ex redactora de discursos del presidente Obama, es más escéptica. "No existe un discurso que él pueda dar, por bien escrito que esté, que altere las ya arraigadas percepciones de la gente sobre él, ya sea adoración, odio o tolerancia resignada", opina Peri. "No existe un texto que pueda leer que convenza a los estadounidenses de que entiende lo más mínimo de política o de que tiene una agenda o estrategia significativa".
#MeToo fuera de su alcance
Vinca LaFleur, ex redactora de discursos del presidente Clinton, coincide en que será muy difícil para el presidente Trump tender la mano de manera creíble a una mayoría de los ciudadanos estadounidenses, abordando ilos principales temas que les preocupan.
Como ejemplo de uno de esos problemas actuales que preocupa a muchas personas, pero que está fuera de los límites de Trump, LaFleur menciona el movimiento #MeToo y el juicio a un ex médico del equipo de gimnasia de Estados Unidos por abuso sexual. "Este presidente no puede hablar sobre todo eso", afirma. "Estoy convencida de que los discursos pueden cambiar cosas, dice LaFleur, "pero no se puede separar el discurso de quien lo pronuncia". "Ha sucedido ya demasiado, agrega LaFleur: "Creo que ya lo conocemos suficientemente".
Autor: Michael Knigge (GG)