Tímida advertencia a Cuba
17 de abril de 2003
La resolución aprobada en Ginebra por una escasa mayoría, 24 votos a favor, 20 en contra y 9 abstenciones, fue presentada por Costa Rica, Nicaragua, Perú y Uruguay, y fue apoyada por México, Chile, Guatemala y Paraguay, así como países europeos y Estados Unidos. Brasil y Argentina se abstuvieron, mientras que Venezuela fue el único país latinoamericano, además de Cuba que votó en contra.
El texto se limita a reiterar el pedido hecho a La Habana en 2002, de que acepte a la relatora del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, la magistrada francesa Christine Chanet, quien fue designada en enero pasado para informarse sobre los derechos civiles y políticos en Cuba. El régimen se negó a recibirla.
Orgullo costarricense
Una enmienda más crítica presentada por Costa Rica, que condenaba explícitamente la reciente ola de represión de disidentes en Cuba y reclamaba la liberación de los opositores encarcelados, fue rechazada minutos antes por la CDH.
"Hemos constatado que la situación interna en la isla ha empeorado dramáticamente", dijo a DW-Online, el embajador costarricense, Manuel González Sanz. "Aunque hayamos perdido la votación de la enmienda, hemos ganado moralmente y en credibilidad. Los fusilamientos ocurridos la semana pasada, era una situación ante la que no podíamos quedarnos callados", dijo. El diplomático señaló que su país estaba orgulloso de haber llamado la atención sobre las violaciones de los derechos humanos en Cuba.
Las sentencias recientes de hasta 27 años de cárcel contra opositores al régimen y los fusilamientos de tres secuestradores de un lanchón, bajo una legalidad cuestionable, levantaron una justificada ola de condena al régimen cubano.
Intereses políticos
La Comisión tiene que ver cada vez menos con derechos humanos y más con intereses políticos y la conformación y preservación de alianzas. Organizaciones no-gubernamentales advierten una y otra vez que quienes violan los derechos humanos usan a la Comisión para blanquearse mutuamente. "La Comisión tiene que hacer un esfuerzo para restaurar su credibilidad, desafortunadamente las críticas que se le hacen son reales", afirma el representante de Costa Rica, Manuel González Sanz.
Un ejemplo de esta situación es el rechazo de una resolución contra Rusia por las violaciones cometidas en Chechenia. La resolución fue propuesta por la Unión Europea y con un tono que dista mucho de ser una enérgica condena. Entre los oradores que se opusieron a ella se encuentran los mismos de siempre: China, Cuba y Siria. Su argumento es que el caso checheno es asunto que atañe únicamente a la Federación rusa, e inmiscuirse en él sería violar la soberanía rusa.
Débil voz europea
El cálculo de trasfondo es que al impedir que Rusia sea condenada, se establece un precedente que protege a otros estados de molestas amonestaciones. Cuba va aún más lejos argumentando que la Unión Europea no tiene derecho moral para presentarse como paladín de los derechos humanos al haber rechazado una resolución que pedía una sesión especial para analizar la situación en Irak.
La Unión Europea rechazó la resolución sobre Irak porque se trataba de una calculada estrategia por parte de los países señalados de cometer violaciones a los derechos humanos.Sin embargo los europeos no presentaron una propuesta alternativa sobre el tema de Irak. Lo que es interpretado por analistas como la típica actuación de la Unión Europea en la Comisión. Según la organización Human Rights Watch, el problema de la UE es que tiene una voz débil, porque sólo puede defender el común denominador existente entre los países miembros.
Un organismo indispensable
Sin embargo, la Comisión de Derechos Humanos es indispensable. Pese a la tendencia de los últimos años, sus resoluciones pueden ser una herramienta legal en la defensa de los derechos básicos individuales en muchos países. Sus relatores pueden hacer valer estos derechos. Además, la sensibilización sobre la importancia del respeto y defensa de los derechos humanos es cada vez mayor y en buena parte gracias a la existencia del organismo de la ONU. Pero prevalece la advertencia: de continuar los intereses políticos minando su efectividad, acabará perdiendo toda credibilidad.