Lucha contra el tráfico de especies silvestres en Colombia
16 de marzo de 2021En las aisladas instalaciones de Iván Lozano hay docenas de vitrinas cuidadosamente apiladas, iluminadas con luz ultravioleta y llenas de vegetación. Estos terrarios albergan algunas de las especies de rana más amenazadas de Colombia. Desde esta pequeña granja cerca de Bogotá, Lozano intenta detener el tráfico de fauna silvestre que está saqueando los bosques del país.
"En Colombia se han cazado furtivamente especies de rana en cantidades tan grandes que casi se han extinguido”, explica.
Lozano cuenta que cultiva su amor por los animales desde niño. Estudió gestión de la fauna en Reino Unido y, al terminar, decidió centrarse en la conservación en su propio país. En 2006, fundó Tesoros de Colombia, un proyecto que pretende proteger especies en peligro de extinción debido a la caza furtiva.
Su empresa cuenta con permisos gubernamentales para criar y exportar siete tipos de anfibios en peligro de extinción, entre ellos, la rana venenosa de Lehmann y la rana dorada venenosa, ambas codiciadas por coleccionistas de todo el mundo. Cada año, cría miles de ranas, que vende entre 30 dólares y 500 dólares, según la especie y la edad.
Entre sus clientes se encuentran coleccionistas privados de Estados Unidos, Holanda e Indonesia, a los que les gusta tener ranas en casa, así como organizaciones como Frogs and Friends, con sede en Alemania, que intentan establecer sus propios programas de cría en cautividad.
Contra el comercio ilegal de especies silvestres
"Estamos ayudando a las autoridades a detener el tráfico de especies silvestres ofreciendo una alternativa legal a los compradores para conseguir ranas sanas y criadas en cautividad”, explica Lozano.
Lozano cree que los proyectos de cría bajo cuidado humano son cada vez más importantes en la lucha contra el comercio ilegal de fauna silvestre a nivel mundial. El tráfico de especies silvestres alimenta el cuarto mayor flujo de comercio internacional ilegal del mundo, después de las drogas, la falsificación y la trata de personas. Se calcula que genera ventas por valor de 19.000 millones de dólares al año.
"Prohibir simplemente el comercio de animales no funciona”, lamenta Lozano. "Mientras haya demanda de estos animales y alguien dispuesto a pagar por ellos, la gente encontrará la forma de conseguirlos", advierte.
A pesar de la prohibición de la caza furtiva, cada año se extraen miles de ranas de los bosques de la costa del Pacífico colombiano. Los traficantes pagan unos dos dólares a los agricultores por la captura de un animal. En los últimos años, la policía ha confiscado cientos de ranas con destino a Europa en el aeropuerto internacional de Bogotá. En 2020, las autoridades afirmaron haber incautado la exportación ilegal de más de 19.000 ejemplares.
Estrategia de conservación controvertida
Lamentablemente, los planes de cría en cautividad no siempre tienen éxito. Laura Tensen, zoóloga sudafricana que investigó decenas de proyectos en todo el mundo, descubrió que a menudo no consiguen acabar con la caza furtiva.
En Vietnam, los criadores de tortugas, puercoespines y serpientes se encontraron con que los consumidores estaban dispuestos a pagar más por la carne capturada en la naturaleza, porque la consideraban más sabrosa. Estudios realizados en China revelaron que los consumidores consideraban las medicinas elaboradas a partir de tigres u osos salvajes más eficaces que las elaboradas con animales de granja, y con un mayor "valor espiritual".
No obstante, Tensen también señala ejemplos de éxito, como la cría de visón y zorro plateado para la industria peletera en EE. UU. y Canadá. La clave, afirma, está en comercializar los productos con eficacia y hacer que el proceso sea rentable.
Sin embargo, la creación de un mercado legal aumenta la demanda de productos animales. Y esto, a su vez, anima a la gente a capturar y vender especies silvestres, alerta Tensen. Así que toca a los gobiernos imponer una normativa más estricta para certificar especímenes en cautividad.
Para evitar el blanqueo de dinero, Lozano asigna un número de serie y una foto de identificación a cada uno de sus anfibios. Esta información se registra en una base de datos y se envía a los funcionarios de aduanas de Europa y EE. UU.
Reducción de costes
Lozano también enseña a sus clientes a criar sus propias ranas, compartiendo con ellos material y asesoramiento gratuito en línea. En su opinión, cuantas más especies criadas bajo cuidado humano haya en el mercado mundial, más bajos serán los costes y, por tanto, menos atractiva será la caza furtiva de ejemplares salvajes como modelo de negocio.
Julio Rodríguez, un amante de las ranas de Nueva York, compra ranas a Lozano y a otra granja de Ecuador por su calidad. "Cuando consigues un animal de contrabando, no sabes qué edad tiene, ni qué enfermedades ha padecido”, resalta Rodríguez.
Con el asesoramiento de Lozano, Rodríguez crió 200 ranas doradas venenosas el año pasado, que vendió a mayoristas de Estados Unidos por 30 dólares cada una. Hace una década, las mismas ranas habrían costado más de 100 dólares, según Rodríguez y Lozano.
No obstante, la competencia con los traficantes puede ser dura. Lozano vende la rana venenosa de Lehmann por unos 400 dólares el ejemplar, ya que es difícil y cara de criar. Pero los cazadores furtivos pueden conseguirla por unos pocos euros en la naturaleza.
Un reto económico
Mileidy Betancourth, especialista en ranas de la Universidad de los Andes en Bogotá, calcula que unas 80.000 ranas venenosas de Lehmann, conocidas por sus rayas amarillas y negras, fueron capturadas en una cordillera de la costa del Pacífico colombiano entre 1977 y 2009. Pero no fue la cría en cautividad lo que salvó a la especie de la extinción, explica Betancourth, sino el hecho de que uno de sus últimos hábitats restantes se encuentre en una reserva natural alrededor de una presa muy vigilada por una empresa hidroeléctrica.
En opinión de Betancourth, el comercio ilegal continuará mientras prevalezca la pobreza y el Gobierno no proteja adecuadamente el hábitat de los animales. Los bajos precios (de dos a cinco dólares) que suelen recibir los lugareños por cada ejemplar muestra su falta de perspectivas económicas, subraya.
"La cría en cautividad es una forma de detener el tráfico", afirma. "Pero no estoy segura de que sea la única solución, o incluso la solución definitiva", advierte esta experta.
El proyecto de Lozano ha sido un viaje difícil hasta ahora. Todavía está pagando las deudas adquiridas durante los cinco años que le tomó obtener los permisos del Gobierno.
El año pasado, un organismo medioambiental del departamento colombiano de Risaralda presentó una demanda contra él, alegando que sus nuevos permisos, que le permiten capturar 20 animales de determinadas especies de ranas y aves, amenazaban el ecoturismo en la zona, algo que Lozano niega.
Su empresa declaró en octubre de 2020 que no utilizaría sus permisos hasta llegar a un acuerdo con la agencia y las comunidades locales. Lozano no se desanima por las dificultades ni las críticas a los proyectos de cría en cautividad. "Este tipo de proyecto requiere mucha pasión”, señala. "Siempre hay muchos obstáculos”, admite.
Aún así, cree en sus beneficios, dadas las numerosas especies que siguen siendo codiciadas por los cazadores furtivos y la importancia de lo que está en juego: la rica flora y fauna de Colombia. El país se encuentra entre los lugares con mayor biodiversidad del mundo. Lozano espera utilizar un día los beneficios para financiar proyectos de conservación para preservar los animales que aún viven en estado salvaje.
(ar/rml)