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Un indigno juego de poder

30 de junio de 2010

El candidato del gobierno, Christian Wulff, fue elegido Presidente Federal de Alemania, finalmente con una clara mayoría. Pero asume un cargo magullado por indignos juegos de poder. Un comentario de Marc Koch.

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Si el pueblo hubiera votado, Alemania tendría ahora otro presidente. Tres cuartas partes de la población habrían preferido como jefe de Estado al candidato de la oposición, Joachim Gauck. El hecho de que Gauck no haya ganado la votación hará aumentar el descontento y el hastío de los alemanes para con la política. La elección del Presidente Federal nunca ha estado libre de influencias políticas. Pero esta vez a los partidos se les fue la mano: convirtieron la decisión sobre el jefe de Estado en una vergonzosa pugna de poder. Impulsados por mero cálculo político, la canciller Angela Merkel y sus socios de coalición nominaron a un candidato que responde exclusivamente a sus propios intereses político-partidistas. También por esa razón muchos alemanes no querían a Christian Wulff como Presidente. Pero a la coalición no le importa.

No obstante, los grandes partidos opositores, la el Partido Socialdemócrata y Los Verdes, tampoco actuaron mejor: presentar la candidatura del pastor independiente y defensor de los derechos cívicos Joachim Gauck fue una jugada genial, porque dio la impresión de que a la oposición realmente le interesaba buscar a la persona más apropiada para el máximo cargo del Estado. Pero, en realidad la nominación de Gauck no fue otra cosa que un intento de introducir una cuña en la coalición gubernamental.

Finalmente se impuso el candidato de los partidos más fuertes. No está claro cómo representará Wulff a Alemania en el exterior, ni qué acentos marcará dentro del país. De todos modos, en Alemania el Presidente tiene sólo un papel débil y representativo, según lo dispone la Constitución. Ha de estar por encima de los partidos y al servicio de todos los ciudadanos. Prácticamente no toma decisiones políticas. Tanto más importante es pues que aproveche su posición para desarrollar temas e ideas que trasciendan la política cotidiana. La ciudadanía espera de su Presidente orientación y perspectivas para el futuro.

Muchos de los antecesores de Christian Wulff plantearon ese tipo de temas: en el caso de Horst Köhler fue África; en el de Roman Herzog, la educación; en el de Richard von Weizsäcker, la forma de asumir la historia alemana. De ese modo, esos presidentes pudieron marcar pautas y representaron dignamente al país. Horst Köhler contribuyó decisivamente al buen nombre de Alemania en África. Dicho sea de paso, también el derrotado candidato Gauck tiene un tema central: la libertad.

En el caso de Christian Wulff, hasta ahora no se distingue un gran leitmotiv. Wulff es, en primera línea, un político de un partido. Su cargo –el más alto del Estado alemán- se convirtió en botín de cálculos de poder político-partidistas, sufriendo con ello un serio perjuicio. Sin embargo, dejar la elección del Presidente en manos de la población no es alternativa, porque ¿cómo podría unir al país un Presidente tras una desgastante batalla electoral? Más sentido tendría plantear la pregunta de si Alemania realmente necesita un presidente.

Autor: Marc Koch

Editor: Pablo Kummetz