Una declaración de amor a la bicicleta
24 de agosto de 2010"Cuando veo a un adulto encima de una bicicleta, no temo por el futuro de la Humanidad", dijo una vez el escritor británico H. G. Wells. ¿Pero qué es lo que realmente mueve a una persona adulta a utilizar un medio de transporte más bien humilde y que provoca tantos sudores? ¿Acaso la posibilidad de conducir hasta el trabajo, la escuela o el centro comercial y mantenerse en forma al mismo tiempo? ¿O la independencia que concede el hecho de desplazarse de un lugar a otro sin tener que preocuparse de los atascos, del aumento del precio de la gasolina o de los atestados medios de transporte públicos? ¿Quizás se trata, simplemente, del sentimiento de libertad que nos concede la bicicleta? Lo más probable es que sea una combinación de todos esos factores. En cualquier caso, el eterno encanto de la bicicleta también consiste en el hecho de poder usarla tanto como nos plazca sin perjudicar a nuestro entorno natural. Sólo caminar es mejor para el medio ambiente que ir en bicicleta.
Impulsar el cambio
Las ventajas económicas, ecológicas y para la salud de ir en bicicleta son bien conocidas y se hallan perfectamente documentadas. Sin embargo, en Estados Unidos, la mayoría de la población rechaza su utilización como medio de transporte: sólo un 0,5% de los empleados usa la bicicleta para desplazarse hasta su lugar de trabajo. La pregunta es obligada: ¿por qué?
El principal motivo hay que buscarlo en el propio concepto de ciudad. Los encargados del desarrollo urbanístico deben ocuparse de que la bicicleta se convierta en una alternativa práctica y segura al automóvil. En muchas grandes ciudades son numerosos los potenciales ciclistas que consideran demasiado "peligroso", "costoso en términos de tiempo" y "sudorífero" el uso de la bicicleta para trayectos largos. Es por ello que el objetivo de una política de desarrollo urbanístico más inteligente debe ser facilitar a los ciclistas un trayecto de ida y vuelta seguro desde sus domicilios hasta el trabajo, la escuela y los centros comerciales. Una gestión política adecuada y ecológica debe coordinar las inversiones en infraestructuras para la bicicleta igual que garantiza las infraestructuras para los automóviles y el ferrocarril.
Buenos ejemplos
Las empresas juegan también un papel importante. Deben poner a disposición de sus empleados duchas y plazas de estacionamiento seguras para sus bicicletas. No sólo se trata de ser ecológicos. Desplazarse en bicicleta hasta el puesto de trabajo contribuye a tener empleados físicamente más sanos y más satisfechos. Y, de propina, también más productivos.
Algunas iniciativas creativas y exitosas se encuentran ya en marcha. Oslo, en Noruega, ha obtenido un gran reconocimiento a su iniciativa pública "Bike System", que ya ha sido copiada por otras ciudades de todo el mundo. Otro ejemplo lo constituye la capital de Australia, Canberra, con su iniciativa "Bike 'n' Ride". Una cómoda combinación de bicicleta y autobús constituye todo un incentivo para que los potenciales ciclistas abandonen sus automóviles en el arcén. Los ciclistas pueden colgar sus bicicletas en la parte delantera del autobús sin coste alguno. Un sistema parecido al que funciona en la capital alemana, Berlín. Allí, el S-Bahn (el tren metropolitano berlinés) permite el transporte de bicicletas en el interior de los vagones. Siempre que haya espacio disponible y previo pago de una tarifa adicional.
Incentivos económicos
Pero el mayor catalizador de la transformación de las ciudades en un espacio favorable al uso de la bicicleta hay que buscarlo en el constante aumento del precio de los carburantes. El año 2008 constituyó la prueba más evidente de cómo un incremento del precio de la gasolina puede convertirse en un estímulo para utilizar la bicicleta. Una encuesta de la organización estadounidense "Bikes Belong" mostró lo siguiente: la cifra de ventas del sector aumentó de forma palpable y el 95% de los clientes encuestados mencionó el elevado coste de la gasolina como motivo de su decisión de compra. Si el precio del petróleo sigue en aumento –algo que esperan todos los expertos-, los municipios y ciudades de todos los tamaños deberán estar preparados para hacer frente a esta tendencia.
Cambio cultural
Una ciudad favorable al empleo de la bicicleta presupone que los ciudadanos entiendan su uso como parte de la estructura urbana y estén abiertos a las nuevas ideas que ello implique. Una conciencia que sólo puede surgir si cada vez más personas asocian las ventajas de ir en bicicleta con un sentimiento de orgullo.
Para ello, en algunos lugares es necesario llevar a cabo una transformación cultural: las bicicletas no son y no deben ser vistas como un dominio de un grupo de adictos al ejercicio físico más exigente. Más bien, debería haber espacios y carriles para bicicletas que pudieran compartir personas de todas las edades, sexos y origen social. En Tokio, por ejemplo, los peatones que caminan por las ya de por sí atestadas aceras están acostumbrados a compartir su limitado espacio con los ciclistas que prefieren no pedalear por la calzada por motivos de seguridad. Los peatones están dispuestos a apartarse para permitir el paso de los ciclistas. Y, a su vez, éstos se abren paso –la mayoría de las veces- de forma paciente y con cuidado a través de la multitud.
Sin embargo, hasta que la actitud de los ciudadanos de Tokio hacia las bicicletas y sus conductores se generalice en todo el mundo, pasará todavía algún tiempo. Y es que, en la mayoría de sociedades, las calles siguen siendo principalmente un espacio para coches y camiones. Pero cada uno de nosotros puede contribuir a crear en su ciudad una nueva cultura de la movilidad. Y cuantos más adultos veamos cada día sobre sus bicicletas menos deberemos preocuparnos con H. G. Wells por el futuro de la Humanidad.
Autores: Mark Notaras / Sean Wood
Redacción: Emili Vinagre
Este texto ha sido elaborado en colaboración con OurWorld 2.0, una revista online que se ocupa de temas relacionados con el cambio climático, la diversidad de especies y la sostenibilidad. OurWorld 2.0 pertenece a la Universidad de las Naciones Unidas en Tokio