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Una "familia arcoiris" con historia germano-colombiana

Rosa Muñoz Lima15 de mayo de 2013

Ana Elisa Leiderman y Verónica Botero vivieron dos años decisivos de su vida en Alemania. De vuelta a Colombia, y ahora con dos hijos, luchan por el reconocimiento y la protección legal de su “familia arcoiris”.

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Ana Elisa Leiderman y Verónica Botero celebraron su "unión civil" en Núremberg, en 2005.
Ana Elisa Leiderman y Verónica Botero celebraron su "unión civil" en Núremberg (2005).Imagen: Leiderman-Botero

Ana Elisa Leiderman y Verónica Botero se conocieron en cuarto de primaria, en Colombia. Pero se reencontraron mientras Leiderman, ingeniera textil, trabajaba para Adidas en Estados Unidos y Botero, ingeniera civil, terminaba su doctorado en Holanda. Corría el año 2005 y Alemania les abrió la posibilidad de reunirse y formar familia sin abandonar sus metas profesionales.

Ana se trasladó a la casa matriz de Adidas en Herzogenaurach y Verónica continuó escribiendo su tesis junto a ella, a una distancia razonable de la Universidad de Utrecht. Ese mismo año, en Núremberg, registraron su “unión civil”, un vínculo jurídico que Alemania sólo ofrece a parejas del mismo sexo y sin importar la nacionalidad de los contrayentes; puesto que el “matrimonio” sólo se contempla como opción para parejas heterosexuales.

Ana Elisa y Ari (2012).
Ana Elisa y Ari (2012).Imagen: Leiderman-Botero

“Para nosotros era importante, estando tan lejos de la familia, poder cuidarnos y responder la una por la otra”, recuerda Ana en entrevista con DW. Un año después, se convirtieron en la primera pareja homosexual tratada por la clínica de Erlangen donde Ana se sometió a la inseminación artificial. Las condiciones: firmar un contrato con el que se responsabilizaban económicamente de la futura familia en igualdad de condiciones y hallar por su cuenta a un donante de esperma. Verónica, hoy directora del Departamento de Geociencias y Medio Ambiente de la Universidad Nacional de Colombia, estaba preocupada por la sobrepoblación mundial, pero Ana la convenció de la necesidad de “poner gente buena en este mundo”.

Luego de cuatro intentos, concibieron a Raquel, que nació tras la vuelta de la familia Leiderman-Botero a Colombia en 2007 y hoy tiene cinco años de edad. Después, le seguiría su hermano Ari, de tres. Ambos fueron registrados como hijos de una “madre soltera”, Ana. A diferencia de lo que hoy sería común en Alemania y otros países europeos, pero también en Sudáfrica, Argentina, Uruguay y varios estados brasileños, mexicanos o estadounidenses, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) se ha negado a procesar una solicitud para que Verónica adopte a los hijos biológicos de su pareja. Pero las madres de Raquel y Ari siguen peleando su caso ante la Corte Constitucional colombiana.

Verónica y Raquel (2011).
Verónica y Raquel (2011).Imagen: Leiderman-Botero

La Corte Constitucional, la opción de las minorías

Ana y Verónica registraron nuevamente su “unión marital de hecho” en 2008, tras demostrar más de dos años de convivencia, según exigen las leyes colombianas tanto a parejas homosexuales como a heterosexuales.  Desde 2007, la Corte Constitucional de Colombia equiparó los derechos de ambos tipos de parejas en materia de herencia, propiedad, pensiones y beneficios de seguridad social, pero esto no incluye a la descendencia de familias homoparentales.

Un fallo de esta misma corte reconoció como “familia” a las parejas del mismo sexo en 2011 y ordenó corregir el déficit de protección que enfrentan, al carecer de la opción por un vínculo jurídico que incluya obligaciones específicas y protecciones especiales como las del matrimonio, reservado a heterosexuales. Sin embargo, la demanda de Leiderman y Botero –que había triunfado en el tribunal local de Río Negro y en el Superior de Antioquía, pero fue apelada por el ICBF y pasada a la Corte Constitucional a pedido de la Procuraduría General de la República– sigue a debate desde 2009, sin que se emita fallo alguno.

“Si nos separasémos, que no lo quiera la vida, yo podría llevarme a los niños a Estados Unidos, donde viven mis papás, y Verónica no podría decir nada, porque legalmente no son de ella”, explica la madre biológica de Raquel y Ari. Y de la misma manera, “yo no tendría ningún recurso legal para hacer que ella me ayude a sostener a los hijos”, agrega. Tampoco Verónica puede tomar decisiones médicas sobre los niños o cubrirlos con su seguro médico, ni podría hacerse cargo de ellos si Ana falleciera. En caso de fallecer Verónica, Raquel y Ari tampoco heredarían automáticamente sus propiedades.

Entretanto, el Senado colombiano no sólo dijo “no” al “matrimonio igualitario” el pasado mes abril, sino que tampoco aprobó otro tipo de contrato que permita a las parejas del mismo sexo solemnizar su unión familiar, como ordenara la Corte Constitucional en 2011. Así que a la larga, tanto en este tema como en el de la adopción, ante la falta de una solución legislativa, muchos esperan una respuesta definitiva del poder jurídico: “La democracia no sirve para todo, por eso nos ha tocado ir a la Corte, porque la Corte interviene por las minorías”, insiste Ana, en alusión a derechos humanos y civiles que difícilmente obtendrían garantías a través de procesos plebiscitarios que involucren decisiones mayoritarias.

Entre bienestar y déficit de protección

"Nos ha tocado ir a la Corte, porque la Corte interviene por las minorías.”
"Nos ha tocado ir a la Corte, porque la Corte interviene por las minorías.”Imagen: Leiderman-Botero

Y justo ese es el camino por el que la llamada comunidad LGBTI (de lesbianas, gays, bisexuales, personas transgénero e intersexuales) ha alcanzado una buena parte de sus derechos en Alemania. Tras la aprobación de la “unión civil” por una coalición de gobierno de socialdemócratas y verdes en 2001, ha sido el Tribunal Constitucional quien ha equiparado los derechos de familias heterosexuales y homosexuales en temas de herencia, propiedades, pensiones y adopción de hijos biológicos o adoptados de uno de los miembros por el otro, recuerda Klaus Jetz, que preside la Asociación de Lesbianas y Gays en Alemania (LSVD).

En la discusión sobre la legitimidad del matrimonio o la adopción por parte de parejas homosexuales "se cita el bienestar de los niños como argumento para discriminar, pero eso no se sostiene científicamente”, asegura Elke Jansen, jefa del Proyecto Familias Arcoiris de la LSVD. Legalmente protegidos o no, muchos niños crecen hoy en familias homoparentales y estudios representativos de Estados Unidos, Alemania y otros países demuestran más bien algunas ventajas en su desarrollo: “mayor autoestima y autonomía, mayores competencias sociales y un adecuado desarrollo de sus roles de género, por los que estas familias se preocupan muy concientemente”, asegura Jansen.

Entretanto, Alemania espera para junio otro fallo positivo de su Tribunal Constitucional sobre la posibilidad de adopción conjunta por parte de parejas homosexuales; aunque el país “se ha visto superado por España, Francia, Argentina, Uruguay, Sudáfrica, y aquellos estados de Brasil, México y Estados Unidos que han abierto la institución del matrimonio a las parejas homosexuales”, afirma Jetz.

Como sea, la vuelta a Alemania no es una opción para Ana y Verónica. “Vivimos aquí”, dice Ana, “y lo que hay que hacer no es salir corriendo, sino tratar de cambiar las cosas aquí”. Su próximo paso podría ser la Corte Interamericana de Derechos Humanos, dice Ana y recuerda un reciente fallo de la CIDH contra el Estado chileno, por discriminar a una jueza privándola del cuidado de sus tres hijas por su condición de lesbiana: “Si ellos (los magistrados de la corte) no deciden buscaremos quién decida por ellos”.

Autora: Rosa Muñoz Lima

Editora: Claudia Herrera Pahl