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Una mujer trans en una familia de la mafia napolitana

Michele Bertelli
11 de enero de 2020

Según la tradición, Daniela Lourdes Falanga tendría que haber seguido los pasos de su padre mafioso. Sin embargo, acabó convirtiéndose en una prominente activista por los derechos de la comunidad transgénero.

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BG Transfrau-Aktivistin in Neapel (DW/V. Mucella)
Imagen: DW/V. Muscella

Las estrechas callejuelas que parten del Obelisco de San Domingo son una popular imagen de las postales de Nápoles. Aquí los universitarios recorren Spaccanapoli, la calle principal que atraviesa la ciudad, bebiendo espresso y saboreando la pastelería de ricota. Puertas pequeñas y estrechas dan paso a los vasci, apartamentos de una habitación situados en la planta baja de los edificios donde antes vivían los pobres, pero que ahora suelen ser tiendas, bodegas o incluso restaurantes. En uno de ellos está Daniela Lourdes Falanga luego de varios días frenéticos.

"Me he pasado toda la noche dando tests de VIH gratuitos a cualquier que los pedía”, cuenta esta mujer de 42 años rodeada de carteles y pancartas de la Marcha del Orgullo anual. "El estigma asociado al VIH sigue siendo enorme en la comunidad transgénero, por lo que muchas personas siguen sin hacerse la prueba”.

Esta pequeña oficina de dos pisos es la sede local de Arcigay, la principal organización LGBTI de Italia. Hace un año, Falanga se convirtió en la primera mujer trans en ser elegida para liderar uno de sus capítulos regionales.

Falanga se comprometió con el movimiento hace una década, luego de que un escándalo sexual que implicó a un prominente político romano generase un clamor público contra la comunidad trans. "Quería que el mundo supiera que no somos monstruos”, dice Falanga. "Transitar (de hombre a mujer) me dio libertad real por primera vez en mi vida, por eso tenía que propagar el mensaje”.

Normalmente es asertiva, pero cuando habla del pasado se tropieza con sus propias palabras. "Mi familia nunca me permitió mostrar lo que tenía dentro”, relata. "Yo era el primogénito afeminado de una familia de la Camorra y siempre me mantuvieron bajo control”.

Crecer en la Camorra

El padre de Falanga era un jefe local de la organización criminal arraigada en torno al Monte Vesubio. Abandonó a su familia justo después de que Falanga naciera. Ella creció en la pobreza, con su madre.

BG Transfrau-Aktivistin in Neapel (DW/V. Mucella)
Una imagen de Nápoles desde el Castel Sant'ElmoImagen: DW/V. Muscella

En su infancia, bajo el nombre de Raffaele, la obligaban a ir a almorzar cada domingo a casa de su abuela. Su padre les hacía mimos a todos los niños menos a ella. Su indiferencia la hirió: "Me trató como a un objeto inanimado”, confiesa.

Su madre y su abuela escudriñaban cada uno de sus movimientos, reprimiendo cualquier gesto asociado con la feminidad. Nada de música, de cantar, o de ver dibujos animados con protagonistas femeninas. "Me daba miedo hasta hablar, porque el tono de mi voz no se correspondía con sus expectativas”. Cuando no estaba a la altura de esas expectativas, su madre le pegaba.

Durante su adolescencia, su padre fue arrestado y desapareció. Su madre empezó una nueva relación con otro hombre, el cual fue abatido a tiros mientras robaba un coche. Falanga tenía entonces 13 años. Desde entonces hasta los 23, cuando ya había transitado de hombre a mujer, solo tuvo noticias de su padre una vez: el prófugo envió una carta a un primo cercano en la que prohibía taxativamente cualquier relación con el hijo al que había abandonado.

Crecer en un ambiente tan duro le sirvió a Falanga para aclarar sus ideas sobre su verdadera naturaleza. "Le debo mi certeza de ser una mujer al violento modo en que el mundo me trató”, sostiene.

La ciudad de los femminielli

Para alguien como Falanga, Nápoles es un lugar especial. De acuerdo con los activistas, la ciudad acoge a la segunda mayor comunidad de mujeres trans del mundo.

"Los personajes mitológicos, o grupos particulares que rompen la correlación entre su sexo biológico y un género específico, mezclando características de la masculinidad y la feminidad, pueden encontrarse en numerosas culturas”, explica el profesor Paolo Valerio, presidente del Observatorio Nacional de Identidad de Género italiano. "Pero en Nápoles encontramos una subjetividad muy particular llamada femminielli, hombres que se piensas a sí mismos y visten como mujeres”.

Transfrau-Aktivistin in Neapel (DW/V. Mucella)
Paolo Valerio, presidente del Observatorio Nacional de Identidad de GéneroImagen: DW/V. Muscella

Su presencia, que se remonta al menos hasta 1586 –cuando el filósofo y alquimista Giovanni Battista della Porta describió en su libro De Humana Physiognomonia a "un personaje afeminado con escasa barba” que huía de los hombres y se hacía cargo con gusto de la cocina.

"El femminiello, pese a dedicarse con frecuencia a la prostitución, disfruta del reconocimiento de la comunidad porque participa en la típica feria económica del valle”, dice Valerio. La cultura popular consideraba que los femminielli traían suerte.

Debido a la existencia de una figura tan arraigada, Nápoles tiene fama de ser una ciudad acogedora y tolerante. En 2009, luego de que la policía arrestase a una mujer trans por pertenecer a una familia criminal, algunos analistas llegaron a sugerir que la mafia local era más tolerante que otras.

Falanga, sin embargo, se muestra en desacuerdo. "Los miembros de la Camorra tienen cariño por las mujeres transexuales e incluso tienen relaciones importantes con ellas”, explica, "pero el problema viene cuando es tu hijo”.

Veinticinco años después de ver a su padre por última vez, se lo encontró en un colegio local, donde ambos habían sido llamados a contar su historia a los estudiantes. Él estaba en prisión tras haber sido condenado a cadena perpetua. "Te has vuelto hermosa”, le dijo él a Falanga. "Y luego ambos nos pasamos todo el evento llorando”, recuerda la mujer.

La familia es la clave

Falanga es escéptica respecto al presunto respeto de la sociedad napolitana hacia las personas trans, pese a la tradición de los femminielli. "Hasta ahora, Nápoles ha aceptado un fenómeno social que implicaba prostitución y marginalidad, pero lo que las mujeres transexuales son asociadas directamente con el trabajo sexual”, opina.

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Falanga trabaja en la Universidad de Nápoles Federico II como consejera estudiantil, además de en el servicio de ayuda para presos LGBTI de una cárcel localImagen: DW/V. Muscella

Estas barreras a una verdadera aceptación han condenado a las generaciones mayores a vivir como parias. "Si tu cuerpo no encajaba en las representaciones binarias del género, eres expulsado del mercado laboral”.

Por eso empezó a trabajar con negocios locales, como la empresa de transporte público napolitana ANM y el Teatro Mediterráneo, para promover una cultura de igualdad de oportunidades.

No obstante, cuando se trata de ayudar a los adolescentes trans a vivir una vida sana y plena, la familia juega un papel crucial. Falanga se encuentra a menudo con padres y madres de menores trans en su trabajo. Cree que la nueva generación muestra una mayor comprensión por el sufrimiento asociado a la incomprensión de la identidad de género, en comparación con sus padres. Algo que le da esperanza de cara al futuro.

"Si creces cerca de tus seres queridos, puedes construir tu existencia con autodeterminación”, concluye. "De lo contrario, esta sigue siendo una ciudad complicada para vivir”.

(eal/jov)

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