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Veinte años de culto a la figura de Putin

Emily Sherwin
9 de agosto de 2019

La mayoría de los rusos tiende a achacarle sus problemas al Gobierno, cuidándose de no atribuírselos al hombre que lleva las riendas del país desde 1999. Eso parece estar cambiando al calor de nuevas tensiones internas.

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Imagen: Reuters/Sputnik/Kremlin/A. Nikolsky

Algunos conocedores del acontecer ruso afirman que la carrera política de Vladimir Putin, abogado de profesión, comenzó cuando se unió a las filas del Comité para la Seguridad del Estado (KGB). Otros sostienen que su debut en esas lides se dio en 1990, cuando regresó a su Leningrado natal, asesoró a Anatoly Sobchack, presidente de la diputación local, y terminó siendo designado vicealcalde de la ciudad.

Pero la mayoría de sus compatriotas se familiarizaron con él apenas nueve años más tarde: Putin asumió un cargo administrativo en el Ejecutivo del presidente Boris Yeltsin (1991-1999) en 1996 y fue nombrado director de los servicios secretos rusos y secretario del Consejo Nacional de Seguridad en 1998. Fue él quien lideró el enfrentamiento con Chechenia cuando ésta invadió a Daguestán en 1999.

Cuando Yeltsin dimitió el 31 de diciembre de 1999, fue Putin quien lo suplió. El resto es historia: hoy día va por su cuarto mandato como presidente, con un intervalo como primer ministro. A lo largo de las últimas dos décadas, él ha sido percibido como un político intocable y el culto a su figura, como uno de los factores que han propiciado prácticas autoritarias en Rusia.

 "Orgullo nacional”

La popularidad de Putin suele ser asociada a la restauración del "orgullo nacional” de sus compatriotas. Cuando llegó al poder, la Unión Soviética acababa de colapsar, dejando un caos social y económico que hizo mella en la identidad de los rusos. Sondeos de opinión revelan que sus niveles de aceptación alcanzaron su punto más alto en 2014, cuando la Federación Rusa anexó Crimea a su territorio.

Lev Gudkov, director de la encuestadora independiente Levada Center, arguye que la meta de Putin ha sido "darle a Rusia, al menos a los ojos de los propios rusos, la imagen de superpotencia que la Unión Soviética tuvo alguna vez”. No obstante, el clima político en Rusia ha cambiado: a Putin se le está haciendo difícil distraer la atención de los problemas locales acentuando los asuntos exteriores.

"El mecanismo de delegar responsabilidades a la hora de enfrentar la situación doméstica funcionó por mucho tiempo. Pero, tan pronto puso en marcha la reforma de la ley de pensiones, Putin no pudo evitar asumir la responsabilidad correspondiente”, señala Gudkov. Esa enmienda fue aprobada en la Duma en septiembre de 2018 y promulgada como ley un mes después, atizando protestas en toda Rusia.

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Vladimir Putin, el “hombre fuerte” de Moscú.Imagen: picture alliance/dpa/V. Prokofyev

"Decadencia moral”

Más adelante hubo también manifestaciones masivas contra la construcción de depósitos de desechos en el norte de Rusia y en las inmediaciones de Moscú, y contra un presunto fraude electoral en el extremo este del país. En el último mes, multitudes han tomado las calles para exigir que se les permita a los candidatos independientes registrarse y participar en las elecciones municipales de Moscú.

La mayoría de los rusos tiende a achacarle sus problemas al Gobierno, cuidándose de no atribuírselos a Putin, pero hay cada vez más protestas y demandas dirigidas al mandatario. Gudkov cree que eso se debe a una combinación de factores: al estancamiento económico que golpea a Rusia, al desplome de los sueldos y a una creciente sensación de injusticia, corrupción y exclusión clasista.

"Se tiene la impresión de que el Gobierno exhibe rastros de decadencia moral y se pierde toda esperanza en que Putin pueda lidiar con la corrupción prevalente o impulsar políticas sociales para satisfacer las necesidades de la población”, agrega Gudkov. Por su parte, el politólogo Aleksei Kurtov opina que la supuesta pérdida de popularidad se debe a la cobertura mediática que han recibido las protestas.

El factor mediático

"Durante mucho tiempo, Putin pudo darse el lujo de no reaccionar a ciertas peticiones o de delegar el otorgamiento de respuestas a esas peticiones. Pero, ahora, la abundancia y la naturaleza de los tópicos discutidos hace que la responsabilidad caiga automáticamente sobre los hombros de Putin”. Valery Fyodorov, director de la encuestadora estatal rusa VTSIOM, dice que la pérdida de popularidad de Putin es insignificante.

Aunque Fyodorov admite que hay causas económicas para el descontento que se registra en Rusia, enfatiza que sus habitantes siguen estando agradecidos por la gestión del mandatario. "La gente respeta mucho a Putin y pone sus esperanzas en él. Por supuesto que hay personas insatisfechas con su mandato que quieren una alternativa, pero no son muchas”, asegura.

(erc/ers)

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