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Venezuela: cien días de calle contra Maduro

9 de julio de 2017

Cientos de miles de venezolanos llevan cien días protestando contra Nicolás Maduro mientras la comunidad internacional contempla cómo su régimen arremete contra los derechos humanos, la democracia y el imperio de la ley.

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Venezuela - weitere Proteste gegen Maduro
Imagen: Reuters/C. G. Rawlins

El 1 de abril de 2017 empezó en Venezuela la segunda ola de protestas antigubernamentales masivas registrada durante la presidencia de Nicolás Maduro y la cuarta de la “era chavista”, inaugurada en 1999. Los otros ciclos de manifestaciones tuvieron lugar en 2014, en 2007 y entre los años 2001 y 2003, cuando el difunto Hugo Chávez (1954-2013) fue objeto de un intento de derrocamiento (11.4.2002). Siguiendo órdenes de Maduro, el Tribunal Supremo de Justicia emitió sentenciasque despojaron de sus facultades al Parlamento el 28 y el 29 de marzo de 2017. Enseguida, la mayor alianza de partidos opositores, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), llamó a marchar contra el golpe de Estado sin la venia de las autoridades pertinentes. 

Las movilizaciones pacíficas continúan hasta ahora, pese al abusode la fuerza estatal para dispersarlas –o impedir que comiencen– y a la brutalidad con que grupos paramilitares  apoyados por el oficialismoatentan contra manifestantes y legisladores. Anticipando la agresión de los gendarmes bolivarianos, cada vez más jóvenes recurren a capuchas, máscaras antigases, escudos, piedras, bombas y armas de fuego improvisadas para defenderse o atacar a todo aquel percibido como un enemigo, contraviniendo las exhortaciones hechas por la MUD. Con frecuencia, inocentes quedan atrapados en el ojo de ese círculo viciosodel que ni la prensa se salva. Mientras tanto, el régimen de Maduro ha seguido arremetiendo contra el Estado de derecho, indiferente al hecho de que el mundo lo mira.

Venezuela no es Egipto, Caracas no es Kiev

Este 9 de julio, la comunidad internacional cumple cien días contemplando de lejos la espiral de violencia en que está sumida el país. ¿Qué balance puede hacerse de estos tres meses y diez jornadas de desobediencia civil? “Es inevitable comparar estas protestas con las de 2014 y constatar en qué medida se ha agudizado la crisis nacional. Hace tres años la situación social, económica, política e institucional del país era precaria, y la opacidad de las elecciones presidenciales de 2013 mantenía enardecida a la oposición, pero no había niveles de desabastecimientoy conflictividad ni problemas de gobernabilidad como los que hoy ponen a Venezuela a un paso de convertirse en un Estado fallido”, comenta Daniel León, de la Universidad de Leipzig.

En 2014, el ala radical de la dirigencia opositora sostenía que el acto de orquestar caravanas vociferantes obligaría a Maduro a reconocer su impopularidad y a separarse del poder. Pero, en este instante, las muchedumbres que lo repudian no parecen bastar para persuadirlo de ello. ¿Engañan las apariencias? ¿Cuáles son los límites de las protestas de calle como recurso para ejercer presión sobre un régimen dictatorial? “No todas las manifestaciones dan frutos políticos a corto plazo, como lo hicieron los sucesos de la Euromaidánen Ucrania o las revueltas de 2011 en Egipto. Otros factores jugaron un papel importante en esos casos. Por ejemplo: esos países son más sensibles a la presión internacional que Venezuela”, explica León.

La temperatura de la calle

“Lo que las protestas conseguirán, si se mantienen a largo plazo, es incomodar al régimen, haciendo que los rangos bajos y medios de las fuerzas de seguridad se desgasten e incrementando el costo de que Maduro se aferre al poder”, acota el especialista de Leipzig. Atizar el entusiasmo de sus seguidores es un serio desafío para la MUD, que ve menguar intermitentemente la respuesta a sus convocatorias por razones diversas, desde las exigencias de la vida cotidiana –ir y venir del trabajo o buscar empleo, conseguir medicinas y alimentos para la familia son auténticas odiseas– hasta los riesgospara la integridad física: más de noventa personas han sido asesinadas por uno u otro bando y no se sabe cuántas más han sido víctimas del hampa común.

De hecho, a finales de marzo, nadie podía asegurar que los opositores de a pie volverían a reaccionar positivamente a un nuevo llamado de la MUD. “Por su duración, su diversidad y su carácter multitudinario, yo diría que esta serie de protestas ha sido una sorpresa. En el último trimestre de 2016 –cuando los ánimos estaban caldeados por la anulacióndel referendo que buscaba revocar el mandato de Maduro–, la MUD le pidió a sus seguidores que abandonaran las calles con miras a posibilitar el diálogocon el Gobierno. Esa negociación fracasó y los líderes opositores quedaron muy mal parados. Por eso hablo de sorpresa”, dice Héctor Briceño, del Centro de Estudios del Desarrollo (CENDES), adscrito a la Universidad Central de Venezuela.

Gracias a la MUD y a pesar de ella

Briceño subraya que el rechazo popular hacia el régimen de Maduro es más fuerte que la decepción dejada por el liderazgo opositor el año pasado. “Mucha gente se moviliza o protesta de manera autónoma sin atender o esperar a las convocatorias de la MUD. De hecho, hasta en barriadas pobres, usualmente tenidas por bastiones chavistas, se han registrado manifestaciones espontáneas. Puede que el matiz dominante de las mismas no sea el político; pero la protesta social no puede ser desestimada… Debo admitir, eso sí, que, a estas alturas, yo esperaba deslindes más numerosos en la élite chavista, tanto en la civil como en la militar, como reacción a la dureza de la represión estatal”, agrega Briceño. A sus ojos, el cisma del chavismo es la meta tácita de las manifestaciones.

“El puñado de defecciones que se ha dado hasta ahora es valioso, pero insuficiente de cara a la sistemática violación de derechos humanos en que incurren Maduro y sus subalternos”, señala el investigador del CENDES. Tanto él como León creen que la impugnación popular del régimen seguirá siendo expresada al aire libre, pero, ¿por cuánto tiempo? Eso está por verse. “La oposición no tiene demasiadas opciones a la mano para hacerle frente a este tipo de Gobierno”, apunta Briceño. A su juicio, la calle sólo se enfriará cuando la MUD y el chavismo que reniega de Maduro y que comienza a gravitar en torno a Luisa Ortega Díaz, la fiscal general insumisa, estén en capacidad de negociar, desde una posición fuerte, la rendición del régimen.

Autor: Evan Romero-Castillo (MS)