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Victoria de etapa para la oposición en Venezuela

Uta Thofern
5 de marzo de 2019

El autoproclamado presidente interino Guaidó regresó a Venezuela protegido por la opinión pública, y sin ser arrestado. Eso es un éxito para él, pero la guerra de nervios en su país continúa, opina Uta Thofern.

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Juan Guaidó, de regreso a Venezuela tras gira por América del Sur
Juan Guaidó, de regreso a Venezuela tras gira por América del SurImagen: picture alliance/dpa/R. Hernandez

Juan Guaidó no volvió a Venezuela del mismo modo en que se fue: a través de algún lugar de la frontera con Colombia. No, esta vez Guaidó aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Caracas, pasó sin problemas los controles fronterizos y fue recibido por una gran cantidad de seguidores. Casi como un presidente de verdad. Pero la presencia de algunos embajadores, entre ellos, la del embajador de Alemania, señalizó que su gobierno interino no está, en absoluto, exento de riesgo. Guaidó necesita la atención internacional. Ese es su seguro de vida.

El jefe de Gobierno de Venezuela, Nicolás Maduro, había anunciado que si Guaidó volvía a Venezuela sería detenido por haber abandonado ilegalmente el país, así como por llamamiento a la rebelión, y entretanto inició una investigación de sus bienes. Maduro siempre encuentra una posibilidad de encarcelar a políticos opositores exitosos o de excluirlos de otra forma de participar en las elecciones. La Justicia y, evidentemente, todavía un sector decisivo del Ejército, siguen apoyando inquebrantablemente al régimen chavista.

Maduro sigue a la espera

Uta Thofern, redactora en jefe de la Redacción Latinoamericana de DW.
Uta Thofern, redactora en jefe de la Redacción Latinoamericana de DW.

El hecho de que Guaidó haya viajado alegremente a Caracas y anunciado nuevas protestas delante de los miles de seguidores que lo celebraban es, en principio, solo una señal de que Maduro espera antes de reaccionar. Los países que respaldan al presidente interino, sobre todo EE. UU., y también la Unión Europea, aclararon expresamente que una posible detención de Guaidó tendría consecuencias. En qué consistirían dichas consecuencias, es aún un interrogante.

Sigue sin descartarse una intervención militar por parte de EE. UU., aunque esta parece improbable, ya que no uniría al país, sino que dañaría a la oposición a largo plazo y es, además, rechazada por los países vecinos que apoyan a Guaidó. Desde ya, todo tipo de amenaza estadounidense es para los chavistas y para el resto de sus seguidores una prueba más de que Venezuela debe defenderse ante una invasión imperialista. Con ese argumento, y con ayuda tanto rusa como venezolana, Cuba se mantuvo a flote durante décadas.

Continuar con el recrudecimiento de las sanciones sin que eso afecte más a la población civil es también algo difícil de lograr. Con sus medidas contra la industria del petróleo, EE. UU. utilizó su arma más potente, y ahora, en realidad, a eso solo pueden seguirle sanciones individuales. En este juego por tiempo es decisivo cuánto demorará en asfixiar al régimen chavista el congelamiento de los ingresos de las ventas de crudo, y está por verse si el carisma de Juan Guaidó es suficiente como para que siga contando con el apoyo de sus adeptos.

China y Rusia mantienen con vida a Maduro

Pero hay otros actores de peso: China, y sobre todo Rusia, mantienen con vida el régimen de Maduro. Que el presidente venezolano no le haya hecho problemas, hasta ahora a su rival, Guaidó, indica que a ninguno de esos dos países le interesa que se produzca una confrontación internacional. Rusia y China podrían jugar un papel decisivo para poner fin a la guerra de nervios con un diálogo verdadero entre las fuerzas gobernantes y la oposición. Sin embargo, para eso tendrían que dejar de apoyar a Maduro, ya que este ha aprovechado, hasta el momento, todo tipo de negociación para seguir cimentando su poder. La oposición se niega categóricamente a sentarse otra vez con él a una mesa de negociaciones. Y si Guaidó dejara de lado esa postura, pondría en peligro el respaldo con el que cuenta.

Finalmente, solo los venezolanos pueden decidir sobre su futuro. Pero ni la salida a la crisis permanente que golpea a Venezuela ni la tarea que aguarda a ese país para retomar el camino hacia el bienestar del que supo gozar alguna vez serán posibles sin ayuda internacional.

(cp)

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