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Walker: "Bastarían 10 años para decir adiós a las armas químicas"

Dagmar Breitenbach / JAG2 de diciembre de 2013

Paul Walker fue galardonado este año con el Premio Nobel Alternativo. En entrevista con DW, habla de la labor a la que ha dedicado su vida: la destrucción de los arsenales químicos del mundo entero.

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Imagen: picture-alliance/dpa

Paul Walker recibe este lunes (2 de diciembre de 2013) el premio Right Livelihood Award, también conocido como Premio Nobel Alternativo, por su labor en pro de la destrucción de armas químicas en todo el mundo. La fundación Right Livelihood Award fundamentó su decisión indicando que "contribuyó decisivamente a la destrucción de más de 55.000 toneladas de armas químicas”. DW habló con él sobre su trabajo y sobre lo que todavía queda por hacer.

Deutsche Welle: ¿Qué significa recibir un galardón como éste para su objetivo de destruir armas químicas?

Paul Walker: El premio es una gran ayuda para eliminar las armas químicas. EE.UU. y Rusia están ocupados desde los años noventa con su gran arsenal químico que data de la Guerra Fría. Pero a nosotros, los medios no nos prestan mucha atención.

El premio ayudará a despertar la conciencia pública y ejercerá un poco más de presión sobre los estados que no son miembros de la Convención de Armas químicas como Israel, Egipto, Corea del norte, Myanmar, Sudan del Sur o Angola, para que entren en este acuerdo. En relación al futuro próximo, el premio ayudará también a concienciar sobre la seriedad del problema en Siria.

¿De dónde le viene ese interés por las armas químicas?

A principios de los noventa hubo un suceso que hizo que me interesase por las armas químicas. Tuve la suerte de organizar la primera inspección estadounidense de armas químicas en Rusia. En julio de 1994, visité con el viceministro de Defensa y dos diputados del Congreso uno de los arsenales rusos más grandes situado en la estepa siberiana.

Nos quedamos asombrados del tamaño del depósito, a pesar de que ya lo habíamos visto en fotos de satélite. Las armas estaban limpias y listas para una intervención. Había más de dos millones de granadas con gas neurotóxico. Había muy poca protección y no había una lista de inventario. A nosotros nos quedó claro que teníamos que intervenir rápidamente y ayudar Rusia para mejorar la seguridad y elaborar un plan de destrucción entre ambas partes. Hoy, casi 20 años después, se ha destruido cerca del 75% del arsenal. Esto provocó que me concentrase en las armas químicas, armas que en otros países desaparecen y pueden caer en manos de grupos terroristas.

En el caso de Siria, un año parece un plazo bastante poco realista para destruir su arsenal químico. Sobre todo si uno piensa que Estados Unidos y Rusia han necesitado décadas para ello.

Es un plan ambicioso. Estados Unidos trabaja desde hace 23 años en ello. La primera instalación para destruirlas comenzó a funcionar en 1990 y todavía queda el 10% de esas armas. Los rusos están en ello desde hace once años. Pero los arsenales de ambas potencias eran mucho más grandes: 40.000 toneladas en Rusia y 28.500 en EE.UU. En Siria son quizás unas 1.000 toneladas.

Aunque sea relativo, sigue siendo una gran cantidad. Si el arsenal ni siquiera está en forma de armas, sino como componentes químicos que también podrían ser usados por la industria, se pueden destruir con relativa rapidez. La pregunta más difícil es cuántas armas hay realmente y si estas armas ya están equipadas para explotar. Esa sería una operación mucho más arriesgada y peligrosa.

En los últimos 20 años… ¿se ha vuelto más fácil destruir armas químicas?

EE.UU. y Rusia fueron los primeros en acordar destruir sus arsenales. Fue un paso muy importante en los años ochenta y a principios de los noventa, porque ambas potencias tenían el 95% de armas químicas existentes.

En la actualidad, son 190 países los que están en la Convención de Armas Químicas. Todos se han mostrado de acuerdo con inspeccionar a toda la industria química. En estos países no sólo hay que destruir los arsenales, sino también vigilar a la industria para que no vuelvan a aparecer armas semejantes.

Además, las tecnologías de hoy en día son mucho mejores que las de los años noventa. En aquella época, quemarlas era realmente la única solución. Hoy hay muchas posibilidades para neutralizar los componentes activos. Hay tratamientos secundarios y tecnologías móviles que, por ejemplo, pueden usarse también en China y Rusia para los antiguos depósitos de armas. Siria también se beneficiará de eso.

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Armar químicas en Irak.Imagen: Reuters

¿Cree qué llegará a vivir en un mundo sin armas químicas?

¡Depende de cuánto vaya a vivir! Pero espero que los arsenales estadounidenses y rusos sean destruidos en los próximos 10 años. Y los sirios en más o menos un año. Aun así, todavía queda abierta la pregunta de cuanto tardará Irak en destruir los medios que le quedan, almacenados en dos grandes bunkers. Ése será un programa muy complicado, caro y peligroso.

También depende de si conseguimos que otros países -sobre todo Corea del Norte- lo hagan. Soy optimista porque en los últimos 20 años se ha avanzado mucho. Sólo bastarían otros 10 años para terminar el trabajo y decir adiós a las armas químicas. Y ojalá puedan continuar las inspecciones de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas.

La eliminación de todo un arsenal de armas químicas es también un gran símbolo para la destrucción de armas atómicas y biológicas. Por lo menos 25 o 30 países todavía no han firmado la Convención de Armas Biológicas. Los tratados de No-Proliferación se deberían aplicar para todos. Si nos liberamos de estas armas arbitrarias, de alcance enorme e inhumanas, el mundo estará más seguro.

¿Qué otros países tienen arsenales de gases venenosos?

Sólo sabemos de Siria y Corea del Norte. También hay quien dice que Israel y Egipto los podrían tener. Pero todavía no he visto ninguna prueba y creo que no es así. Ellos mismos saben que no pueden usar estas armas. Al contrarío, esas armas podrían convertirse en una pesada carga política. Me gustaría que Israel y Egipto firmasen el acuerdo, ahora que Siria también ha entrado en la convención.

Paul Walker es el director de Seguridad y Sostenibilidad Ambiental en la Cruz Verde.

Ben Knight realizó la entrevista.