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Walther Penck y sus desconocidas memorias de los Andes

Natalia Messer
1 de septiembre de 2022

El nieto del geógrafo y geólogo alemán Walther Penck, que exploró una parte de la cordillera de los Andes entre 1912 y 1914, conserva un diario y otras pertenencias valiosas de su abuelo.

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Walther Penck con habitantes de la puna andina argentina, en una casa de piedra, a 3.800 metros sobre el nivel del mar.
Walther Penck con habitantes de la puna andina argentina, en una casa de piedra, a 3.800 metros sobre el nivel del mar.Imagen: Gerhard Penck

"¡Que día! La precordillera se ve de color rosa, rica en su relieve. De pronto un gorjeo y toda la vida se nota", describe en su diario Walther Penck, geógrafo y geólogo alemán, quien vivió en la alta cordillera andina a comienzos del siglo XX.

Un entonces joven de 24 años, nacido en Viena y educado en la Universidad de Heidelberg —la más antigua de Alemania—, recibió una oferta del ministerio de agricultura argentino para realizar, por primera vez, un relevamiento terreste en la región de Puna, un sitio de geografía escarpada y condiciones climáticas extremas. 

"Walther era un montañista de gran condición. Albrecht Penck, su padre, también geógrafo y geólogo, y que trabajaba en la Universidad de Viena, le enseñó a vivir la experiencia del paisaje y recorrieron varias formaciones rocosas en los Alpes austriacos", cuenta Gerhard Penck, nieto del aventurero alemán, en entrevista con DW.

Con 8 años de edad, Walther Penck hizo su primera escalada en el monte Sarstein, en Austria, y, dos años más tarde, conquistó su primer cerro de 3.000 metros de altura.

"Recorrer estas cumbres era la única forma para justificar sus teorías geológicas y geográficas, por eso, con el apoyo de su familia, inició su aventura por Latinoamérica", dice Gerhard Penck.

Sobre las nubes

El científico viajó en barco durante 21 días y arribó un 6 de julio de 1912. En Buenos Aires se quedó 3 meses, para adaptarse y conocer mejor las costumbres del país y, más tarde, partió rumbo a la Puna de Atacama y el Valle de Fiambalá, acompañado de un caballo y dos arrieros.

En dos años, Penck ascendió 30 montañas andinas y cartografió 10 mil kilómetros cuadrados de la Puna, entre los que incluso abarcó una parte del territorio chileno. 

"Es fascinante el nivel de detalle y precisión de sus mapas. Ni siquiera los militares argentinos contaban con tan buenas cartografías como las de mi abuelo", asegura a DW Gerhard Penck.

A través de mapas, dibujos e incluso de un diario —que dedicó a quien sería su esposa, Anna Lampert— Penck describió la geografía del lugar y narró las condiciones de vida de su gente. Durante sus expediciones, el geógrafo venció alturas de más de 6.000 metros por sobre el nivel del mar, como los volcanes Incahuasi, San Francisco y Bonete. Se dice que conquistó la cima de cada uno de estos en solo 4 días.

"Él pudo ver cómo se unían esas gigantescas rocas, algo que otros científicos de la época no presenciaron, porque nunca exploraron esos paisajes", dice su nieto.

Un diario sobre "la libertad"

Pero la misión de Walther Penck por Sudamérica no solo se trató de explorar montañas y volcanes. "Su diario habla sobre la libertad, especialmente cuando describe ese territorio desértico, solitario y con temperaturas extremas de día y de noche", agrega Gerhard Penck.

"La región, por más triste que sea, me llama la atención. El frío es penetrante y mis huesos no tienen la misma flexibilidad", relata Walther Penck en su diario, que fue traducido al español y publicado, en 2003, por el ingeniero forestal Enrique Funk.

"El diario aportó detalles desconocidos de la vida de mi abuelo, a quien no conocí en persona. Descubrí su faceta de científico, montañista, pero también de hombre apasionado, que toma fotos y escribe cartas románticas a mi abuela Anna, en completa soledad, acompañado de su perro Pepe", cuenta Gerhard Penck.

Su abuelo geólogo regresó a Alemania en 1912. Dos años más tarde, estalló la Primera Guerra Mundial y marchó al frente. Cuando acabó el conflicto, se mudó a Turquía, para trabajar en la Universidad de Estambul. 

Varias de sus exploraciones por el altiplano se compilaron en "El borde austral de la Puna de Atacama" (en alemán Der Südrand der Puna de Atacama), un libro de más de 420 páginas, publicado en 1920, en la Academia de Ciencias de Leipzig. En la obra, se analizan volcanes, la formación de montañas, costras terrestres, sedimentación y, además, incluye sugerencias del autor para la agricultura de los pueblos aledaños al Valle de Fiambalá.

Pese a su corta vida, Penck logró producir bastante material. El científico falleció en 1923, a los 35 años de edad. Un tumor cancerígeno fue la probable causa de su muerte. Después, su padre, Albrecht, logró recopilar trabajos inconclusos y publicó "Análisis Geomorfológicos", en 1924.

Las obras que dejó Penck lo hicieron merecedor, poco después de su muerte, de la medalla Karl Ritter, un premio que otorga la Asociación de Geografía en Berlín. En 1955 y del otro lado del mundo, en Argentina, la Asociación Tucumana de Andinismo (ATA) rebautizó al Cerro Cazadero con el nombre de Walther Penck.

El archivo Penck

110 años han transcurrido desde que Walther Penck concluyó su expedición por la cordillera de los Andes, y en la ciudad de Albstadt-Tailfingen, en el estado de Baden-Wurtemberg, Gerhard Penck, nieto del geólogo y geógrafo, conserva una especie de archivo y museo de su abuelo.

En su casa, hay objetos arqueológicos, libros científicos de primera edición, herramientas e implementos con los que trabajó Penck, como su montura, su cámara fotográfica y también el diario donde describe su paso por Sudamérica.

Gerhard Penck es arquitecto de profesión, al igual que su fallecido padre Helmuth. Ninguno de los dos llegó a conocer bien a Walther, por eso, decidieron investigar más sobre él. En 1985, siendo aún estudiante, Gerhard viajó a Argentina para, de algún modo, revivir la aventura de su abuelo.

"Trabajé en la selva en Misiones, con una aldea de guaraníes, después con un pueblo llamado Cerro Bayo, en la Puna Jujeña, donde obtuve material para mi tesis e incluso construí una capilla que sigue en uso. Para mí, fue una experiencia inolvidable, de jornadas intensas, pero de compartir con la gente, y siempre recuerdo sentir esa libertad, que no experimentas estando en la ciudad", confiesa Penck.

Esa libertad a la que refiere, la confirma Walther Penck en abril de 1915, en otro de sus diarios, y en pleno campo de batalla: "Muchas veces tengo lindos pensamientos, y creo que estoy en la Puna. ¡Dios, tengo sueños con ella! Allí, como un hombre libre, aquí como un servidor". 

(rml)